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Desde Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el velero Íbero III ha iniciado un periplo con escala en los puertos de Sevilla, Lisboa, València y Barcelona
Alma es una nueva manera de hablar de lo social. Con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de la Fundación ”la Caixa”. Queremos ser también un punto de encuentro de las infinitas realidades sociales de nuestro mundo. Por eso Alma es la red social social.
Asegura el historiador y periodista Ramón Jiménez Fraile (Vitoria, 1957) que a raíz de los descubrimientos de la
expedición Magallanes-Elcano, entre 1519 y 1522, deberíamos haber llamado a nuestro planeta Agua, en vez de Tierra. La conquista de aquellos mares inmensos, que cubren dos tercios del globo terráqueo, y la entrada en contacto con los pueblos situados en los lugares más remotos, pusieron en marcha el proceso de globalización. Por eso, 500 años después de esta aventura, la Fundación “la Caixa” promueve visitas de divulgación histórica a bordo del velero Íbero III, comisariadas por Jiménez Fraile. Desde Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), el velero ha iniciado un periplo con escala en los puertos de Sevilla, Lisboa, València y Barcelona.
De los 237 hombres que partieron del puerto de Sanlúcar, tan solo 18 regresaron tres años después; y solo una de las cinco naves, la Nao Victoria, consiguió completar el viaje. ¿La primera vuelta al mundo fue un milagro o existe alguna otra explicación?
De las cinco embarcaciones que formaban parte de la expedición, solo dos (Trinidad y Victoria) alcanzaron el archipiélago de las Molucas, que era el objetivo fijado porque allá se encontraban las especias más preciadas de la época: el clavo y la nuez moscada, algo que nos puede parecer hoy banal, pero que en su momento era un absoluto tesoro. Sin embargo, la expedición descubrió entretanto que todo el orbe era navegable, gracias a la interconexión entre los océanos Atlántico y Pacífico, y experimentó la inmensidad del océano Pacífico, que representa un tercio de la superficie del planeta. Ahora bien, el jefe de la expedición, Fernando de Magallanes, murió en Filipinas, lo que supuso un vacío de poder. Y es entonces cuando la iniciativa personal, la capacidad de adaptación a las circunstancias y, sobre todo, la manera de enfrentarse a la adversidad y de sacar fuerzas de flaqueza (resiliencia) cobraron toda su importancia.
¿Y cómo se produjo ese hecho tan importante?
El capitán del Trinidad decidió atenerse al plan diseñado previamente y emprender el viaje de regreso por la ruta por la que habían venido, es decir, atravesando el Pacífico en sentido contrario. Esta actitud les llevaría al desastre. En cambio, el capitán de la Nao Victoria, Juan Sebastián Elcano, se adaptó a la situación y tomó la única decisión realista posible: regresar a España por una ruta que él no conocía, la ruta portuguesa, cruzando el océano Índico y bordeando la costa africana. Además de desconocido para él, este itinerario representaba enormes dificultades y la probabilidad de ser capturados. Pero asumió esos riesgos y salió adelante alcanzando uno de los mayores logros de la humanidad.
Sueles comparar la gesta de Elcano con el viaje a la Luna en el Apolo 13.
La decisión de Elcano de contravenir las órdenes marcadas al salir de Sanlúcar fue algo así como cuando los tripulantes del primer viaje a la Luna tomaron el control manual de la nave cuando esta sobrevolaba la cara oculta del satélite, o durante la maniobra de alunizaje, ya que la cápsula se encontraba en un lugar que no era el previsto en los ordenadores de a bordo. Ni la Casa de Contratación en el siglo xv ni la NASA podían prescindir de la iniciativa personal, que es siempre determinante. Elcano demostró que los descubrimientos dependen muchas veces de no aferrarse a las reglas preestablecidas, basadas en lo conocido, sino adaptarse a las circunstancias y dejarse guiar por la intuición y la fuerza de voluntad, excelentes aliadas frente a lo desconocido.
¿Existe alguna similitud entre el Íbero III, donde se desarrolla la actividad pedagógica, y las cinco embarcaciones que salieron en la expedición de Magallanes?
El Íbero III es comparable en eslora a la Nao Victoria, la única que regresó de las cinco que partieron. Era una embarcación pequeña, puesto que eran otras las que albergaban víveres, ganado y material. Dormían en ella hasta 50 tripulantes como sardinas en lata, cada uno reposando la cabeza en los pies del contrario. Hoy, a diferencia de la Nao Victoria, el Íbero III puede ser manejado por tan solo dos personas. Está construido y se mueve con tecnología punta, pero el combustible sigue siendo el mismo: el viento. Sencillamente, este barco refleja todo el conocimiento y la experiencia acumulada a lo largo de 500 años de historia de la navegación.
Las visitas, impulsadas por EduCaixa y enfocadas a un público escolar, tienen un doble objetivo: ahondar en la aventura de la primera vuelta al mundo y poner de relieve los valores de la navegación. ¿Son estos valores y el sentido de aquella aventura aplicables a todos los ámbitos de la vida?
Es precisamente lo que intentamos conseguir con esta actividad. Un viaje es una metáfora de la vida. Sobre todo, cuando se trata de una aventura de ultramar. Así que, por un lado, intentamos mostrar las técnicas náuticas del siglo xvi y ahondar en la aventura de explorar el mundo; y por otro, poner de relieve los valores de la navegación, aplicables a cualquier ámbito: liderazgo, trabajo en equipo, cooperación y responsabilidad, además del respeto hacia los compañeros y predisposición para ayudar ante cualquier circunstancia. Los monitores utilizan material educativo para explicar a los alumnos el contexto histórico en que tuvo lugar la expedición, la ruta que cubrió y las causas que la motivaron. La lección de vida consiste en comprender que aquello que de verdad nos marca es lo que sale de lo cotidiano, lo que nos lleva a conocer lo desconocido y crecer como personas.
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