El agua residual, que procede de viviendas o de actividades industriales, se transporta a través de las redes de alcantarillado municipal hasta las estaciones depuradoras. Allí comienza el proceso de saneamiento para volver a tener una vida útil. Se eliminan desperdicios y elementos sólidos que pueda contener el agua, materiales decantables y materia orgánica. Cuando este proceso culmina, el agua está lista para volver a los ríos o arroyos en las mejores condiciones.
Con esta acción se contribuye, por una parte, a mejorar la calidad de los ríos y, por otra, se alivia la presión de los embalses. El resultado es una gestión más sostenible de los recursos.