el valor de pensar a futuro
Eva arranca el día de la misma forma que ha hecho en los últimos 20 años de su vida. Hoy es jueves y todavía no han dado las siete en punto de la mañana cuando ya ha abierto un ojo, ¡lo que hace la costumbre! No sin sentirse perezosa, quizás por el paso del tiempo, sacó una pierna de la cama, después la otra y rápidamente se enfundó en su bata de estar por casa para bajar a saludar a Coco, un cocker color canela que con solo 10 meses ya era todo un campeón; aguantaba estoicamente cada día para hacer sus necesidades cuando salía de paseo con alguno de sus dueños.
A los 15 minutos baja su marido, Carlos, con quien ha compartido su vida desde que era joven. Después de un cariñoso saludo de buenos días, se dirige directamente a la despensa para provisionar la encimera de la cocina con todo lo necesario para preparar el desayuno. “Ayer compré un paquete nuevo de café. ¿Lo preparas?”, preguntó Eva al tiempo que abría el frigorífico para coger la leche y ponía varias rebanadas de pan en el tostador. “¡Niños, el desayuno está en la mesa!”. Fue entonces cuando Carmen y Luis, de 11 y 9 años, aparecieron por la cocina con cara de sueño y los ojos pegados, se sentaron cada uno en su sitio y comenzaron a engullir.
Una vez terminado el desayuno, ambos niños se lavaron la cara, se cepillaron los dientes y se peinaron antes de poner rumbo al colegio. Tanto Carlos como Eva se turnaban para llevarlos al cole; Carlos se encargaba de ellos los lunes, miércoles y viernes por sus periódicas visitas a la Delegación de Hacienda, como paso obligatorio antes de arrancar el trabajo en la gestoría que regenta. El trabajo de Eva como fotógrafa a tiempo parcial le permite disponer de más tiempo para dedicarle a hacer otras cosas: ir al mercado a hacer la compra de la semana, sacar a Coco al menos cuatro veces al día, ir a pilates un par de días en semana y programar el tiempo de ocio de la familia. Consciente de que es lo mejor para sus hijos, no dejan ningún fin de semana sin hacer algún plan familiar, estirando los sábados y los domingos como si de un chicle se tratara.
Aquel día, después de dejar a Carmen y a Luis en el colegio, puso dirección al gimnasio. Eran todavía las 09:50 de la mañana y le daba tiempo de sobra a asistir a una clase de pilates diferente, realizada por un entrenador que había venido directamente desde Inglaterra para practicar una metodología diferente. Hace ya más de tres años cuando Eva se inscribió a esta actividad con la intención de preparar el cuerpo para las actividades que la vida actual tiene, lo que le ayuda a mantenerse en forma por su salud y, por qué no, para sentirse bien consigo misma.
A la salida del gimnasio, ya se pueden imaginar qué sensación de relajación inundaba todo su cuerpo, desde la punta del pelo hasta el último dedo del pie.