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«No queda claro quién enseña a quién»
Alma, la red social social es una nueva manera de hablar de lo social. Con actitud y optimismo. Desde la diversidad. Y a partir de las historias de la “la Caixa”. Alma quiere ser también un punto de encuentro de las infinitas realidades sociales de nuestro mundo. Hemos pedido a Enrique Ballester, periodista que escribe sobre la otra cara del deporte que reflexione sobre su experiencia como voluntario para los jugadores del Asvolcall Down Lleida, un líder que quiere y se deja querer. Ayudar a otros le ha hecho más comprensivo, más paciente, más feliz: a veces para ganar no es necesario jugar.
La vida alimenta metáforas a base de caminos. Esos caminos tienen principios, bajadas, curvas, encrucijadas y finales. Todo el mundo quiere uno: los que suelen merecer la pena ofrecen la recompensa durante el trayecto, sin que importe tanto la meta y, en los mejores, ni siquiera se necesita meta. En Lleida han encontrado uno de esos caminos privilegiados. Tiene forma de equipo de baloncesto.
A menudo el futuro no se entiende sin el pasado. A Albert Molias y a Ramon Arqués les mueve una idea quizá del pasado, pero que está alumbrando un proyecto de un empuje imparable hacia el futuro. Consideran que la empresa que conocieron, ”la Caixa” más familiar, les dio mucho en su día, y debían devolverlo de alguna manera. Lo mismo de la empresa en concreto vale con la sociedad en general: al jubilarse se hicieron voluntarios. Ramon lleva más de medio siglo vinculado al baloncesto, y enseguida Albert, delegado de la Asociación de Voluntarios de ”la Caixa” en Lleida, pensó en él para utilizar el deporte como herramienta educativa.
Ramon fue pionero formativo en las canteras catalanas, introductor precoz del baloncesto femenino. Ahora es un guía generoso para los jugadores del Asvolcall Down Lleida, un líder que quiere y se deja querer, tanto, que no queda muy claro quién enseña a quién. Ayudar a personas con autismo o síndrome de Down, explica, le ha hecho más comprensivo, más paciente, más feliz. Los jugadores, a su vez, protagonizan episodios que evidencian lo que han ganado: autoestima, responsabilidad, confianza.
En la cancha del pabellón Juanjo Garra de Lleida, la victoria es relativa. La victoria casi nunca está en el resultado. Ganar es a veces más simple: saber a qué canasta debes tirar, y en cuál debes defender. Ganar es a veces aprender a botar una pelota, tener con quien chocar los cinco antes de empezar un partido. Ganar es asumir que no se puede ganar siempre, que la derrota es una posibilidad sin traumas. Ganar es a veces más sencillo todavía: sentir que puedes, sentir que sabes, sentir que participas. Ganar es a veces sentirte lo suficientemente seguro para decirle a tu madre que no te acompañe al pabellón, que puedes ir solo. Ganar es a veces saberte útil para el equipo. Tener alguien a quién llamarle compañero y amigo.
Albert contactó con las asociaciones locales. El primer día que propusieron su idea, la de montar un equipo de baloncesto, acudieron ocho pretendientes. Ahora hay 30 jugadores en dos equipos. El crecimiento supera la barrera de la nomenclatura: ya existe la sección de gimnasia rítmica y se prepara la de fútbol sala. La dinámica será la misma: ofrecer la oportunidad , trabajar las capacidades y poner a disposición escalones cada vez más altos (del entrenamiento, a los torneos no competitivos; de ahí, a las ligas comarcales; después, a las nacionales…).
El crecimiento es infinito, porque la victoria es el camino. Un camino sin fin. Uno de los preferidos.
Enrique Ballester es escritor y periodista deportivo y autor del libro Infrafútbol. Escribiendo tanto para periódicos como para publicaciones especializadas, Enrique trata el deporte desde un punto de vista humano, más allá de los tecnicismos deportivos.
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