Aunque es una conexión que no suele ser evidente, los sistemas de saneamiento son un instrumento fundamental para la lucha contra el cambio climático.
Un buen sistema de saneamiento recoge los desechos humanos de forma eficiente y segura. Sin él, existiría el riesgo de contaminar el entorno en el que se almacenen y ensuciar las fuentes de agua y alimento más cercanas, lo cual potencia el contagio de enfermedades y la malnutrición.
Pero además, este tipo de sistemas permiten la regeneración del agua que desechamos cada día. Hoy más que nunca, y para evitar la creciente presión sobre los recursos hídricos, es necesario apostar por la recuperación del agua y por tratamientos avanzados que permitan su depuración.
Para ello, existen alternativas muy beneficiosas para el medioambiente, como la reutilización de aguas residuales en agua de riego de calles, zonas verdes, de producción agrícola o en procesos industriales. De esta forma, se consigue aliviar la presión sobre los ecosistemas hídricos y sobre el estado ecológico de ríos, acuíferos y ecosistemas costeros y, a la vez, darle una nueva vida al agua.