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En 1972 se celebró en Estocolmo la primera gran conferencia de Naciones Unidas para tratar cuestiones relacionadas con el medio ambiente. Ese año se estableció que cada 5 de junio se celebraría el Día Mundial del Medio Ambiente para continuar concienciando a la población sobre la importancia de vivir de una forma sostenible y en armonía con la naturaleza. 50 años después, celebramos este día con el mismo eslogan que entonces: ‘Una sola tierra’.
Medio siglo de acción medioambiental después, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) continúa tratando de concienciar e impulsar políticas que sean realmente efectivas para la protección del planeta Tierra. El Día del Medio Ambiente se ha convertido en un gran escenario desde el que reivindicar a nivel mundial la promoción de formas de vida y hábitos de consumo más sostenibles para enfrentar la triple amenaza a la que nos enfrentamos: calentamiento global, pérdida de ecosistemas naturales y contaminación en el aire, tierra y agua.
En el informe “Hacer las paces con la naturaleza” realizado por el PNUMA publicado a principios de 2022 se alude a la importancia de transformar sistemas sociales y económicos para mejorar la relación del ser humano con la naturaleza, comprender su importancia como sustento de la vida y poner este valor en el centro de la toma de decisiones. Estamos ante una situación de verdadera emergencia y el tiempo juega en nuestra contra.
En el año 2015 los estados miembros de la ONU junto a varias ONG redactaron los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) con 169 metas medibles para alcanzar antes de 2030. El cuidado de los ecosistemas, que es la manera de asegurar la vida en nuestro planeta, está presente en muchos de ellos y relacionado con todos los demás. Y es que su protección tiene consecuencias directas sobre la salud del planeta y de todos los que vivimos en él, independientemente de la especie. Esta década es clave para frenar la acción del hombre que destruye estos ecosistemas, acelera el cambio climático y afecta a océanos y bosques.
El agua es el único elemento que está presente en todos los procesos biológicos de todos los seres vivos. La degradación del medio ambiente y el cambio climático inciden de manera negativa en los recursos hídricos: ciclos cada vez más variables (sequías, lluvias torrenciales, inundaciones), escasez, empobrecimiento de la calidad del agua…
En 2030 se estima que casi la mitad de la población mundial vivirá en áreas con estrés hídrico, de ahí la urgencia de que tanto los gobiernos como las empresas gestoras impulsen cambios reales y eficaces que aseguren un futuro más sostenible con proyectos responsables en entornos urbanos y rurales.
El grupo Agbar, que cuenta con más de 150 años gestionando instalaciones del agua y presta servicio a 37 millones de personas en España y América Latina, está plenamente alineado con los ODS. Su espíritu innovador y su compromiso con la preservación de los recursos naturales hacen de Agbar un importante agente en la transformación ecológica. Esta labor estratégica se estructura en cuatro importantes ejes de actuación.
En este ámbito, la compra de energía verde y la generación de energías renovables son, entre otras iniciativas, clave en la estrategia del grupo. En 2021 Agbar generó 90,02 GWh de energía eléctrica renovable procedente en un 89% del aprovechamiento del biogás, en un 9% de la energía solar fotovoltaica y en un 2% de turbinas hidráulicas. Además, inyectó a la red eléctrica 14,03 GWh de energía verde, evitando así las 2.104,8 toneladas de CO2 equivalentes.
A través de una plataforma digital, Agbar simula la capacidad que tienen las estructuras existentes de una ciudad para analizar los efectos de posibles inundaciones y plantear, de manera anticipada, soluciones que ayuden a mitigarlos y medidas alternativas que incrementen la resiliencia del municipio.
En este eje destaca el modelo, desarrollado por Agbar, de transformación de sus depuradoras tradicionales en centros de recursos (agua, energía y otros recursos valiosos para el entorno, llamados ‘biofactorías’. La biofactoría Sur de Granada gestionada por Emasagra, parte del grupo Agbar, se ha convertido en un caso de referencia, tanto a nivel nacional como internacional. Allí se ha conseguido que prácticamente el 100% del agua depurada pueda ser reutilizada en el riego de cultivos y que casi la totalidad de lodos, arenas y grasas se puedan usar como abono en agricultura o jardinería. Además, la planta tiene un balance energético positivo, generando más energía renovable de la que se consume de la red eléctrica.
Por último, Agbar potencia las infraestructuras verdes y una economía baja en carbono, mediante el desarrollo de soluciones basadas en la naturaleza tanto en ámbito urbano como en espacios de interés natural. El parque La Marjal de Alicante, los humedales de depuración en el Delta del Ebro, Illa de Mar y de L’Embut, son buenos ejemplos de zonas que, además de cumplir con su función, tienen un impacto positivo en el medio ambiente, ya sea funcionando como retenedores de aguas pluviales para evitar inundaciones o como lugares donde proteger la biodiversidad.
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