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El café también es
actividad esencial

mi panadería en antón martín

Pasa, está abierto

Cuando abrí mi pequeña panadería, allá por 2018, tenía los miedos propios de quien se lanza de nuevas en esto de emprender: las facturas, los beneficios, el retorno de la inversión… Un montón de preocupaciones entre la harina, la levadura y el calor del horno que desaparecían en cuanto escuchaba el tintineo de la puerta, cuando un cliente entraba a mi establecimiento.

En aquel entonces, aunque tenía muchos miedos, ninguno de ellos estaba relacionado con un estado de alarma o una pandemia global. Sin embargo, hace unas semanas, cuando pude volver a levantar la persiana metálica de mi local, no sentí miedo; al contrario, sentí orgullo de poder volver a trabajar

En la “vieja normalidad”, mi pan y mi café para llevar eran actividad esencial para muchas personas, como los vecinos del barrio, los trabajadores del taller de enfrente, los oficinistas del banco de al lado, los papás y mamás del colegio de un poco más abajo…

 

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¿Lo de siempre?

Ese día, el reloj marcó las ocho en punto justo cuando colocaba la última barra en el mostrador. Yo ya llevaba algunas horas despierta, horneando la batida del día, aunque me sentía llena de energía. Mascarilla y guantes nuevos y a girar el cartel de cerrado a abierto.

La primera cara conocida no tardó mucho en aparecer. Era Luis, vivía justo encima de mi local, con su mujer Ainhoa y su precioso bebé Eneko. Esa mañana, Luis cambió el traje, la corbata y el maletín por el chándal y la pulsera de actividad. Venía de correr. “¿Lo de siempre?” le dije, señalando a la cafetera. 

Él asintió y cuando recuperó el aliento, me preguntó por la panadería. “Bien, con suerte todo esto me ha pillado en un momento bueno”, me consolé. 

Me alegro”, añadió él, alicaído. Luis era un comercial de una buena empresa. Se acababa de mudar al barrio, después de comprarse, junto a Ainhoa, el piso de arriba. Ambos ganaban un buen sueldo, pero con la crisis sanitaria, entre su ERTE y la falta de proyectos de Ainhoa, estaban viviendo de ahorros. “Lo que más me preocupa es la hipoteca. He pedido cita ahora para el banco, el de aquí al lado.”

Le serví su café y su barra de pan de siempre y me alejé para que pudiera acercarse a cogerlos. Cuando sacó el teléfono para pagar con el móvil, le hice un ademán. 

A esto invito yo.

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De balcón a balcón

Si a primera hora ya había poco movimiento en la calle, a medida que fue transcurriendo el día pensé que el mundo se había parado.

A media mañana, la cosa estaba tan tranquila que decidí salir a la calle a que me diera el fresco. Hacía sol y el cielo estaba totalmente despejado, aunque en esa zona de Madrid, cerca de la Plaza de Antón Martín, las calles son tan estrechas que no llega la luz directa hasta que se pone cenital. 

Empecé a mirar los balcones para calcular cuánta luz les entraría en estos días de abril, cuando reparé en dos vecinas que charlaban, de balcón a balcón, y, sin darme cuenta, empecé a escucharlas.

Una, la que sujetaba una taza enorme entre las manos y de vez en cuando removía su interior, trabajaba en algo de publicidad. ¿Localizadora dijo?

El caso es que, según explicó, con el coronavirus, todos los rodajes habían parado temporalmente y ella, que era autónoma, había dejado de trabajar y parecía que iba para largo. “Y yo con el crédito de la moto”, añadió mirando hacia la calle. “La compré porque me era imprescindible para ir a ver las localizaciones en las que rodar, pero ahora…”

Pregunta en el banco”. Una tercera voz se unió a la conversación desde la acera de enfrente y yo tuve que girarme para ver de quién se trataba.

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¿Podré preguntarle a mi banco?

Un joven sentado en su balcón había apartado la lectura de su libro para unirse a esa conversación. “A mi novia le ha pasado algo parecido y le han ampliado el plazo de devolución”.

“Pregunta en el banco”, repetí para mí, en voz baja. Igual yo también podría preguntar algunas cosas. Por ejemplo, ¿podré pedir financiación para mi negocio estos meses? ¿Tendré que cambiar algo en mi datáfono? Y mi padre, ¿podrá cobrar su pensión a primeros de mes para ayudarme con las facturas?

Entré en la panadería y saqué el móvil del bolsillo de mi delantal. Abrí la app de mi banco y escribí a mi gestor. 

unidos frente al coronavirus

Aquí estamos para ayudarte

Si algo ha puesto de manifiesto la emergencia sanitaria es que hay que redefinir algunas de las cosas más comunes de nuestra vida. Una de las más importantes es, quizás, la forma que teníamos de relacionarnos entre las personas. Hoy, cuestiones como la comunidad, la responsabilidad compartida y la solidaridad son cruciales para superar esta etapa todos juntos y unidos frente al virus.

Por ello, en Bankia han puesto en marcha un plan para ayudar a aquellas personas, particulares y profesionales, que se están viendo afectadas por la crisis del coronavirus. 

Más digitales que nunca

Por último, y conscientes de que hoy más que nunca y ahora que se han diluido las barreras físicas, en Bankia han apostado por mantener la comunicación con sus clientes. De esta forma, han realizado un refuerzo de los canales digitales para dar la mejor atención personalizada a través de oficina internet, la app, ‘Conecta con tu experto’….

Un proyecto de La Razón para

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