Abre los ojos.
Están en todas partes.
Te lo habrán dicho en más de una ocasión, en el amplio espectro que conforma Internet, nada es lo que parece. Además, lo relacionado con la web es un tanto ambiguo y muy confuso; podemos acceder a una cantidad ilimitada de información sin que esto conlleve un desembolso. Pero, ¿realmente navegamos por la red sin ningún coste para nosotros?
Que se lo pregunten al Gobierno de Estonia, a LHC o a las instituciones americanas y rusas, seguro que todos ellos tienen algo que decir al respecto. A pesar de contar con estructuras organizacionales descomunales, todos ellos han sido víctimas de un ciberataque a gran escala, provocando la fuga en masa de millones de gigabytes con información sensible.
En plena ‘Era de Información’ todos debemos ser conscientes de la enorme importancia que tiene conocer cuáles son nuestros gustos, hobbies, aficiones, datos demográficos y mucho más. Más allá de pertenecer a un tipo de audiencia u otra en función de los anteriores, en la mayor parte de transacciones que se hacen en la web podemos comprometer determinada información personal que, sin que ser consciente en la mayor parte de las ocasiones, podría peligrar.
Probablemente te hayas hecho esta pregunta en más de una ocasión: ¿cuál es el beneficio de que los gigantes tecnológicos ofrezcan servicios de forma totalmente gratuita para el usuario? ¿Acaso te has preguntado alguna vez qué ocurre con nuestros datos al pulsar el botón de ‘Aceptar’?
Muy sencillo: los datos que cuentan cómo nos compartamos en el entorno digital se han convertido en el nuevo oro del siglo XXI.