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Febrero del 2000. Cuatro frentes de las Autodefensas Unidas de Colombia llegan a El Salado y entran desde todos los puntos del pueblo. Movilizan a toda la población hasta un pequeño campo de fútbol situado frente a la Casa de la Cultura del pueblo. Allí asesinaron a 66 personas delante de todo el pueblo, de sus familias, de sus amigos, de sus conocidos. Los casi 7000 habitantes de El Salado huyeron de la zona y este territorio quedó completamente despoblado y destrozado por la violencia.
El Salado es un pueblo perteneciente al municipio del Carmen de Bolívar. Históricamente siempre había sido reconocido como uno de los pueblos con más proyecto de futuro y más prosperidad de la zona debido a sus altos ingresos, los cuales derivan mayoritariamente del cultivo de tabaco y de otros productos agrícolas.
Avanzada la década de los 90, el orden público de la zona se vio agresivamente alterado con el ingreso a la región del Frente 35 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), liderado por “Martín Caballero”. Fue entonces cuando El Salado comenzó a verse afectado y varias familias campesinas comenzaron a deshabitar la zona. Después de esto llegaría la gran masacre.
Con el paso de los meses, los saladeros intentaron unir fuerzas y compromiso para volver a su pueblo. En febrero de 2002, dos años más tarde del peor día en la historia de esta tranquila zona, unas 200 familias regresaron a El Salado. Después de haber vivido una guerra violenta y sin contar con ningún tipo de apoyo institucional, comenzaron a limpiar las calles, a intentar recuperar sus casas, y volvieron a sembrar por los alrededores del pueblo. Fue entonces cuando la Fundación Ayuda en Acción propuso una inversión en el mejoramiento del sistema de acueducto que permitiera rehabilitar y ampliar el sistema, contribuyendo así a la llegada del recurso hídrico de manera constante y con mejor calidad a 1.290 personas, y beneficiando a otras 990 de forma indirecta.
Este proyecto nacía con un objetivo técnico y otro social. El objetivo técnico pasó por rehabilitar las estructuras existentes cuyo deterioro lo permitiese y construir nuevas estructuras para ampliar el sistema. El objetivo social consistió en capacitar y promover la movilización de la comunidad en favor del cuidado de este valioso recurso. Además, se buscó desde el principio asegurar un correcto funcionamiento y la sostenibilidad del sistema más a largo plazo, contribuyendo a cambiar las condiciones de pobreza en las que estaba sumida la región. Para ello, se fortalecieron organismos de toma de decisones, como la Mesa de Infraestructura, el Comité Veedor y la Junta Administradora del Acueducto y Alcantarillado del corregimiento El Salado.
El personal técnico de Responsabilidad Corporativa de Ferrovial se puso manos a la obra para iniciar el proyecto. Como primer paso, se realizaron una serie de visitas a la zona para realizar un diagnóstico de la situación. Tras un proceso de trabajo a través de 8 Comisiones Paritarias, 4 empleados de Ferrovial realizaron un viaje para poder complementar y mejorar la formulación que había presentado Ayuda de Acción y Fundación Semana, contribuyendo con sus conocimientos técnicos.
Después de 15 días de trabajo en grupo por parte de los equipos locales de estas ONGs y los miembros de la Comunidad de El Salado, se elaboró un informe que, a través de varias recomendaciones completaba y mejoraba las soluciones para la rehabilitación del acueducto, en concreto respecto al sistema de bombeo de agua a través de paneles solares que reduzcan drásticamente el consumo de energía eléctrica de la comunidad.
Con este informe de recomendaciones elaborado por los voluntarios de Ferrovial, se hizo una reformulación del proyecto, que aportó un sistema de bombeo solar con el que se reducen los costes fijos. El sistema de bombeo funciona de día, el empleo de energía fotovoltaica ha permitido que no sea necesario el uso de baterías. Esta tecnología posibilita ser independiente de la red eléctrica, y por tanto, reducir los costes de funcionamiento del sistema. Esta nueva fórmula fue algo muy beneficioso para El Salado, ya que, el problema con el sistema anterior (que ni siquiera funcionaba con continuidad) era el alto coste de electricidad que supone el bombeo. Otros dos cambios fueron el traspaso del agua a nuevos tanques de almacenamiento y la rehabilitación de la red de tuberías en puntos con desperfectos o riesgos evidentes de sufrir daños.
Antes del desarrollo del proyecto, el acueducto de El Salado, no contaba con ningún tipo de tratamiento. Sin embargo, tras los estudios realizados, se supo que ese agua no era potable. Se implementó entonces un sistema de saneamiento para la desinfección del agua.
Después de instalado el sistema, se midieron las concentraciones de cloro residual en varios puntos de la red y esta variaba entre 0.5 y 1.5 mg/, lo que refleja una concentración suficiente para la eliminación de patógenos en el sistema de agua y por tanto significa que el agua es ahora apta para el consumo humano.
El Acueducto de El Salado es el único dentro de la Red de Acueductos Comunitarios del Caribe Colombiano que funciona completamente con energía solar. Esta gran ventaja es que el mayor gasto que el acueducto tenía, que era el elevado coste de la electricidad, ya está cubierto. Así, los aportes de la comunidad se destinan, en su mayoría, al mantenimiento del sistema para asegurar la sostenibilidad a largo plazo.
Además, el acueducto funciona de forma ininterrumpida. Esto antes no era posible, dado que la compañía local de electricidad era tan mala, que solo había electricidad en ciertos momentos.
Con este proyecto se le ha devuelto la vida a un pueblo humilde que sufrió una escalofriante masacre hace casi 20 años. Devolver el agua, la electricidad, y la determinación de valerse por sí mismo como comunidad, tiene un valor social que es necesario trasladar a muchos más puntos del planeta. Eso sí, ha sido un gran punto de partida.
Un proyecto de La Razón para