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El futuro de la agricultura pasa por el agua

Con una población cada vez más numerosa y, por tanto, unas mayores necesidades de abastecimiento, debemos redefinir y estimular la mejora en sectores esenciales como la agricultura, principal proveedor de la mayoría de recursos que consumimos.

De acuerdo con las predicciones de las Naciones Unidas, en 2050 seremos casi 10.000 millones de seres humanos en el planeta. Con una mayor demanda de comida, la agricultura deberá aumentar sus esfuerzos para poder abastecer a toda la población: la producción mundial de alimento, de hecho, podría llegar a crecer incluso en un 70%.

Por este motivo, debemos sentar las bases de un sector productor de alimentos potente y sólido, que sea capaz de garantizar las necesidades globales, al mismo tiempo que es resiliente y flexible a los cambios de la industria agroalimentaria y un mundo en plena metamorfosis. 

Esto es vital para todos, ya que nuestra despensa del mañana depende directamente del desarrollo y la inversión en el trabajo del agricultor por la que apostemos hoy.

Apostando por nuestros recursos

Las buenas prácticas en el sector primario representan la vía hacia un crecimiento sostenible

Sin embargo, no siempre es fácil apostar por nuestras fuentes de recursos, ya que nos dirigimos a un escenario amenazado sobre todo por el cambio climático en el que conseguir esto será cada vez más difícil y complejo.

Además, algunos retos, como la escasez de subvenciones  o nuevas legislaciones necesarias para la protección del medio ambiente, como la reducción de la huella de carbono, complican la labor de muchos agricultores, que deben estar en continua adaptación y evolución para obtener rentabilidad.

El uso del agua es fundamental en la producción agrícola y juega un papel esencial en la seguridad alimentaria. Es de esperar, por tanto, que cada vez haya una mayor demanda a medida que la población mundial va creciendo.

Por este motivo, la gestión del agua para este sector será cada vez más importante, ya que determinará la optimización del uso de unos de los recursos más solicitados y, a su vez, más escasos.

Para afrontar de una manera firme y sostenible el futuro que nos espera, es necesario redefinir el sistema mundial de producción de alimentos

Afortunadamente, contamos con una herramienta muy útil: la tecnología. Dispositivos y soluciones como los sensores o la geolocalización satelital serán clave el día de mañana para mejorar el empleo del agua y aprovechar de forma óptima los recursos disponibles.

En el horizonte que está por venir, los frutos secos parecen alzarse como una apuesta segura para el sector. Los frutos de cáscara ocupan una superficie de 788.408 hectáreas en nuestro país. El almendro es el tipo de cultivo más habitual, con un 90% del total de la producción, aunque también son comunes el pistacho, el olivar, el nogal, el aguacate y algunos cítricos.

Y es que los frutos secos se consideran cultivos de “alto valor”. Esto se debe a que tiene un ratio de rentabilidad más elevado y cuentan con la capacidad de ofrecer buenos precios de una manera estable y sostenida en el tiempo.

El cultivo de los frutos secos aún tiene cierto camino que recorrer en nuestro país: por ejemplo, es posible la transformación del cultivo de extensivo (en terrenos de gran extensión) a intensivo (en terrenos y condiciones controladas). En Andalucía y Extremadura, dos de las comunidades con un mayor músculo agricultor, existe aún un amplio margen de mejora y profesionalización del sector.

SUEZ

El papel de SUEZ

SUEZ cuenta con una trayectoria de más de 160 años como grupo multinacional en la gestión de recursos a nivel global, ofreciendo soluciones innovadoras en torno a la sostenibilidad hídrica y la salud ambiental. 

Por ello, acompaña a los empresarios agrícolas durante todo el proceso de modernización de sus instalaciones y explotaciones, ayudándoles a conseguir un objetivo: ser más eficientes, productivos y rentables en la producción agrícola, aumentando la calidad y reduciendo el impacto medioambiental.

Sus soluciones y proyectos abarcan todo el ciclo de producción agrícola:

    • Transformación de cultivos: asesoramiento al agricultor para la elección del cultivo óptimo según las características del suelo y del entorno, 
    • Gestión eficiente del agua: a través de la modernización de los sistemas de regadío, de sistemas de reutilización del agua, de huella hídrica, etc.
    • Eficiencia energética: con la implantación de energías renovables (solar fotovoltaica y minihidráulica).
    • Gestión integral de la finca: mediante la digitalización de los procesos (sensores y teledetección, automatización de la producción, aplicaciones móviles para el seguimiento y control de los cultivos, control de costes, etc.).

Un proyecto de La Razón Content para

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