Los videojuegos son una vía de escape para muchos jóvenes. Es normal: es posible crear una identidad a demanda, generan sentimiento de comunidad y proyección. A pesar de las características positivas, hay un lado oscuro: desarrollarse en la vida online puede impedir desarrollarse en la vida real en paralelo.
Los videojuegos están diseñados para alcanzar el éxito. Estas ventajas y la frustración de no encontrarlas fuera de la pantalla puede generar adicción: la vida virtual reemplaza la vida real. Ahí es donde puede empezar la dependencia. Alok Kanojia, también conocido como “Dr. K”, sabe bien de lo que habla cuando se refiere a este tema. De hecho, lo explica basándose en su propia historia de vida. Creció en Texas, Estados Unidos, y recuerda que la escuela le aburría. No es que los contenidos le resultaban complicados de asimilar; era, simplemente, que no le estimulaban. Sí encontró esta motivación en los videojuegos. Al acceder a la universidad, la tónica fue la misma: en lugar de asistir a clase, prefería dedicar su tiempo a su hobbie.
En una época en la que todavía no se hablaba de este tipo de adicciones, sus padres se preocuparon por su actitud y le recomendaron que se fuera una temporada a la India a estudiar yoga y meditación. Aquello le ayudó a entenderse un poco más: comprendió entonces que era eso lo que le interesaba. Nada de matemáticas, ni historia, ni materias más tradicionales. A Kanojia le llamaba la atención qué hay en la mente humana, los deseos, los procesos de aprendizaje. Así fue como decidió estudiar psiquiatría.