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Un año más, el 22 de marzo celebramos el Día Mundial del Agua, una fecha establecida por las Naciones Unidas para sensibilizar sobre la importancia tan vital de este recurso en nuestra sociedad
Tanto es así, que la disponibilidad de agua limpia y su saneamiento es el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 6 dentro de la Agenda 2030 para transformar nuestro mundo.
Además, este Día Mundial del Agua se celebra dentro del marco del Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, para sensibilizar a la opinión pública mundial sobre el papel fundamental que juegan estos recursos junto a la nieve y el hielo en el sistema climático y el ciclo hidrológico.
Y es que con el aumento de la temperatura global, la velocidad a la que se produce el deshielo de estos glaciares es cada vez mayor. La pérdida de masa glacial y la reducción de la criosfera, donde se encuentra el agua en estado sólido debido a las bajas temperaturas, son algunos de los ejemplos de la huella innegable del cambio climático.
Su derretimiento implica una menor disponibilidad de recursos hídricos, especialmente de agua potable para usos agrícolas, industriales o de producción de energía limpia, y afectará de forma notable a las regiones costeras y las que son estacionalmente secas. El ciclo del agua será cada vez más impredecible, con crecidas fluviales, sequías, deslizamientos de tierra o subidas del nivel del mar que tienen graves consecuencias para los habitantes de ciertas zonas, sus ecosistemas naturales y su biodiversidad.
España es uno de los países que más vulnerabilidad presenta frente al cambio climático, como muestran episodios meteorológicos cada vez más intensos como la DANA de Valencia y otras comunidades a finales de 2024, o los periodos de sequía en Cataluña y en el sur. Además, el 75% del territorio español se encuentra en riesgo de desertificación, y nuestros glaciares pirenaicos han perdido hasta 63 hectáreas de hielo desde 2011, pasando de 24 a solo 15 glaciares que podrían desaparecer en tan solo 15 años.
Por ello, y tal como defienden Naciones Unidas, es esencial materializar un compromiso real para mitigar los efectos del cambio climático allá donde sea más necesario y, para ello, han definido 3 líneas de actuación básicas: la reducción de emisiones de carbono, la gestión sostenible del agua de deshielo y la adaptación al retroceso glaciar mediante actuaciones locales.
Como referente internacional en la gestión optimizada de recursos clave como el agua, la energía y los residuos, Veolia promueve la transformación ecológica desde la innovación con soluciones que contribuyen a paliar el cambio climático.
En nuestro país, la compañía da servicio de agua a 13,5 millones de usuarios repartidos por más de 1.100 municipios. A nivel mundial, Veolia ha lanzado GreenUp 2024-2027, un plan estratégico con 4 ejes principales:
Comprometidos con un futuro más responsable con el planeta y las personas, Veolia impulsa infraestructuras verdes y resilientes como son las ecofactorías. Su modelo ha evolucionado de la depuradora tradicional y hoy está diseñado para optimizar el ciclo integral del agua, regenerándola para usos urbanos, agrícolas, industriales o turísticos. Este tipo de plantas depuradoras también transforma residuos en nuevos recursos, como biogás o fertilizantes, y produce energía renovable para su autoconsumo.
Además, Veolia aplica la innovación y la digitalización con soluciones de vanguardia que abarcan desde la Inteligencia Artificial al Big Data o al Machine Learning. Estas tecnologías permiten anticipar las incidencias de las ecofactorías y aumentar su resiliencia. Es el caso de la red de centros Dinapsis Hubgrade by Veolia, un conjunto de soluciones inteligentes para monitorizar remotamente las actividades de la compañía y optimizar la gestión del agua y la salud ambiental de los territorios.
Por todo ello, estas infraestructuras generan un impacto positivo dentro del entorno en el que se encuentran, preservando el medioambiente y la biodiversidad local.
Uno de los ejemplos en los que mejor se ha materializado el programa GreenUp es en la ecofactoría BioSur de Granada, gracias al acuerdo de colaboración público-privada entre el Ayuntamiento de la ciudad y Veolia.
Esta planta ha conseguido promover la descarbonización, aumentar la resiliencia frente al cambio climático y reducir la contaminación en la ciudad, ya que ha disminuido la huella de carbono del sistema de gestión del agua de Granada.
El modelo de esta ecofactoría es replicable en otros municipios, con resultados tangibles en la mejora del rendimiento ambiental.
Al ser uno de los países europeos más afectados por el cambio climático, España debe apostar por soluciones innovadoras de reutilización del agua que garanticen el suministro de forma total y continua.
En el cuidado y el respeto al medioambiente, la aplicación del conocimiento resulta fundamental. Por ello, a través de Cetaqua, el Centro Tecnológico del Agua, Veolia apuesta por asegurar la sostenibilidad y eficiencia del ciclo del agua a través de innovadoras propuestas de I+D+i.
Es el caso de Chile, donde Cetaqua impulsó una investigación que puso de manifiesto que, de no reducir las emisiones contaminantes en las próximas décadas, los glaciares de la zona central del país perderían una parte importante de su volumen, afectando de lleno a los caudales del río Maipo y a la escasez hídrica de la región. Como solución, el estudio destaca la importancia y la urgencia de utilizar el trabajo colaborativo para encontrar soluciones a largo plazo y anticiparse a los efectos del cambio climático.
Por otro lado, y gracias a la cofinanciación de la Comisión Europea a través de su programa Horizon Europe, ICARIA es un proyecto clave para la adaptación al cambio climático que propone un marco de modelización de infraestructuras críticas estratégicas, para aumentar su capacidad de resistencia frente a las inclemencias meteorológicas extremas.
Esta iniciativa pondrá a prueba sus soluciones en diferentes casos de estudio: en el Área Metropolitana de Barcelona en España y en el Archipiélago del Egeo Meridional en Grecia, ambas zonas críticas del Mediterráneo que reciben más impactos climáticos severos que la media mundial; también en Salzburgo, en Austria, que sufre olas de calor y deshielo de glaciares. Todo esto servirá, además, para evaluar la replicabilidad de las soluciones propuestas en otras regiones europeas que también presentan condiciones similares.
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